El #Kiwi: lo que no sabías de ésta fruta

Publicado por: @lnkvrd el 28 octubre, 2013
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En la naturaleza todo fluye y se regula mediante un continuo juego de equilibrios, por eso el otoño, cuando empieza a escasear la luz del sol, y el frío no permite el rápido o buen desarrollo de hortalizas frescas que nos aporten las dosis diarias de energía solar convertida en vitaminas y fitonutrientes, es la estación en que los árboles –cuyos frutos fueron flor en primavera y crecieron absorbiendo luz solar a lo largo del caluroso verano– terminan de madurar con la rojiza luz del otoño.

Al consumir frutas otoñales como las granadas, mandarinas, naranjas, caquis o kiwis, aparte de las múltiples y necesarias vitaminas, estamos ingiriendo la luz y la energía solar concentrada en dichos frutos. Tal vez ésta sea una de las razones de que partir del otoño dejen de apetecernos las refrescantes frutas veraniegas como la sandía o los melones, y empiecen a atraernos más los rojos granos de la granada o la dulce acidez del kiwi.

El kiwi parece un fruto tropical, pero en realidad su origen son los sotobosques de China, algo a tener en cuenta a la hora de su cultivo en nuestro huerto, puesto que no tolera el exceso de calor, la sequedad ambiental o los vientos intensos.

Para un buen desarrollo de los arbustivos de kiwis, las claves están en ofrecerles una tierra fértil, suelta o arenosa, ya que no toleran las tierras muy arcillosas, pesadas y con tendencia a encharcarse de agua. Otro punto importante es la correcta y regular hidratación, por lo que agradecen los sistemas de riego por goteo o por micro aspersión, que proporcionan humedad al suelo y al ambiente. Sus hojas son anchas y frágiles, por lo que se deshidratan con facilidad y les afectan los fuertes vientos.

A los kiwis les gustan los climas suaves, ni muy fríos ni excesivamente calurosos, y toleran mejor el frío invernal que el bochornoso calor veraniego. Como planta de sotobosque que es, no requiere demasiadas horas de luz y puede cultivarse en zonas semisombreadas.

Su rápido desarrollo y pronta fructificación –a los dos o tres años de su plantación– hacen necesario un aporte regular de materia orgánica bien descompuesta –aproximadamente cinco kilos por metro cuadrado al año–, pudiéndose efectuar abonados de cobertura en otoño o invierno, tras la recolección de los frutos. El acolchado con materiales orgánicos como paja, pinaza seca o triturado de podas, protege el compost de la deshidratación, mantiene el suelo más húmedo y evita la emergencia de hierbas, ahorrándonos labores de desherbado.

La recolección suele realizarse a finales de otoño, cuando el fruto está bien formado, pero aún no ha madurado. Los kiwis terminan de madurar tras la cosecha y pueden conservarse durante muchos meses, si los guardamos en un lugar oscuro, fresco y aireado. Cuando queramos que maduren para consumirlos, los sacamos de su lugar de conservación y los colocamos junto a manzanas maduras, cuya exhalación de auxinas provocan la maduración de los kiwis en apenas 24 horas.

Más información y una deliciosa receta aquí:

http://www.superchevere.com/cocina/vinagreta-de-kiwi/